VER LOS DÍAS PASAR. 

Me voy a confesar, estos dos meses habéis sido testigos de mi gran debilidad, dejar las horas y los días pasar, dejando para mañana lo que puedo hacer hoy. 

Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?

Un poco de sueño, un poco de dormitar Y cruzar por un poco las manos para reposo;

Así vendrá tu necesidad como caminante, Y tu pobreza como hombre armado.” (Provervios 6, 6-11)

Lo que me había propuesto para este periodo se ha quedado en nada, todos los propósitos  menos uno ¿qué es eso que he conseguido cumplir por encima de mi debilidad? Algo muy relacionado con mi periodo de ausencia, muy ligado a la Cuaresma, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. 

He conseguido ir a misa casi a diario.

HACER LO MÍNIMO ES PERDERTE LO MEJOR. 

Hace unos años yo también habría pensado ¿para qué ir todos los días  a misa si la Iglesia sólo te pide ir un día? no tengo respuesta a tu pregunta, sólo puedes contestarte tu mismo viviendo la experiencia durante un tiempo. 

Muchos cristianos acabamos yendo a misa por rutina, porque “es lo que la Iglesia exige”.  Muchos son incapaces de ver la riqueza de la celebración litúrgica de la Eucaristía (yo no la he visto durante 33 largos años). Así que, miopes e incapaces de ver el GRAN REGALO que Dios nos hace, nos perdemos el GRAN MILAGRO que A DIARIO ocurre a los pies de cada Sagrario. 

Desde el inicio de la Iglesia, los AMIGOS DE JESÚS SE REUNÍAN DÍA TRAS DÍA: Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares. (Hch 2, 46)

CADA MISA ES UN PASO. 

Un cristiano puede avanzar espiritualmente de muchas formas, pero participar con el corazón abierto en una misa es un paso que nunca darás en falso. ”Uno obtiene más mérito asistiendo a una Santa Misa con devoción, que repartiendo todo lo suyo a los pobres y viajando por todo el mundo en peregrinación» (San Bernardo)

Echando cuentas ¿cómo se avanza más, con un paso a la semana o con uno igual cada día? Por si no te han salido las cuentas escuchamos a San Pedro Julián Eymard:»Sepan, oh Cristianos, que la Misa es el acto de religión más sagrado. No pueden hacer otra cosa para glorificar más a Dios, ni para mayor provecho de su alma, que asistir a Misa devotamente, y tan a menudo como sea posible “.

CAMINANDO HACIA EL CIELO. 

Hace un tiempo leí que en cada misa, durante la consagración, se abre un hueco en el cielo por el que se asoman los Santos y los ángeles que celebran junto a nosotros. Desde entonces en cada misa veo ese agujero sobre el altar y cuando canto el Santo los imagino haciéndome los coros. 

Cada misa a la que acudes con voluntad plena de encuentro con Dios es un paso seguro hacia el Cielo. Cada día puedes estar junto al Cielo. 

Y así, dándonos la oportunidad de estar tan cerca Él, Dios sólo nos pide una participación consciente y plena en la misa  para que broten en nuestro interior los frutos de su Amor. Para dar este paso de la plena participación me ayudó entender la MISA COMO UNA CONVERSACIÓN, cada palabra que digo se la digo a Dios, y cada palabra que pronuncia el Sacerdote me la dice Dios.

Él está ahí, expectante cada día y desborda de alegría cuando entrando por la puerta decides ponerte en su presencia. 

CELEBRANDO DESDE LA CRUZ. 

Pero poner la mirada en el Cielo nos puede hacer perder de vista el camino. Una misa no se concibe sin la Cruz, Jesús dijo en su última Pascua: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14, 6) y ÉL ES LA CRUZ.

Parece un sin sentido, que la cruz se celebre, incluso en periodos de gran felicidad cantamos, rezamos y DAMOS GRACIAS de pie ante la Cruz. Santa Teresa le preguntó al Señor  “Señor mío, “¿cómo Os podré agradecer?” Nuestro Señor le contestó: “ASISTID A UNA MISA”.

Santo Tomás de Aquino escribió: «La celebración de la Santa Misa tiene tanto valor como la muerte de Jesús en la Cruz”. Cada misa es una memoria, una ANÁMNESIS de aquella primera Pasión. No es un simple recuerdo,  cada misa es UN VIAJE EN EL TIEMPO que te lleva a aquel VIERNES SANTO y te pone A LOS PIES DE LA CRUZ. 

 

UN «CUENTO» HECHO REALIDAD.

En el centro de la misa se encuentra el Sacrificio incruento del Hijo De Dios, pero desde el principio hasta el final es toda ella un relato de Amor, un «cuento» que versa sobre el Amor que Dios tiene a cada uno de nosotros. ES EL «MITO» CON EL QUE TODO HOMBRE HA SOÑADO, LA VIDA ETERNA, QUE SE HA HECHO REALIDAD.

Tras el saludo y el reconocimiento de nuestros pecados, para ponernos dignamente ante Dios, recordamos la vida pública de Jesús escuchando su Palabra, mostramos nuestra adhesión a Dios con el Credo y preparamos nuestro corazón, acogiendo Dios lo que hay en él cuando lo presentamos junto a las ofrendas. Ya estamos listos para el momento cumbre del relato.

Con la Plegaria Eucarística levantamos el corazón (SURSUM CORDA) y nos disponemos para la última Cena que vamos a compartir con Jesús. En la Consagración Jesús se hace presente como Pan de Vida, recordamos aquella última cena con la que comenzó la Pasión como Jesús nos animó a hacerlo. Aquí se recibe en la asamblea al Espíritu Santo, la EPÍCLESIS (Sobre las Sagradas formas y sobre los participantes de la celebración).

En el rito de la Comunión, que sigue a la Consagración, suceden de nuevo la muerte de Jesús (FRACCIÓN) y hasta su Resurrección (con el trozo de Hostia que el sacerdote deja en el cáliz, la INMIXTIÓN). En este momento tenemos todos los ingredientes para compartir el alimento de Vida, el PAN BAJADO DEL CIELO. Dios quiso quedarse en Cuerpo, Alma y Divinidad en el Sacramento de la Eucaristía. Con el beso de amor que es la comunión de su Cuerpo y de su Sangre se hace uno con cada uno de nosotros y  nos envía a compartirlo con le mundo.

Sabiendo esto ¿NO TE ENTRAN GANAS DE IR CORRIENDO A ESTAR Y UNIRTE CON ÉL?

CADA DÍA EL OCTAVO DÍA.

Y para terminar me gustaría compartir con vosotros un descubrimiento (reflejado en el título del post). Resulta que la tradición católica llama OCTAVO DÍA al día de la RESURECCIÓN.

Catecismo de la Iglesia Católica nº349: El octavo día. Para nosotros ha surgido un nuevo día: el día de la Resurrección de Cristo. El séptimo día acaba la primera creación. Y el octavo día comienza la nueva creación. Así, la obra de la creación culmina en una obra todavía más grande: la Redención. La primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa el de la primera (cf Misal Romano, Vigilia Pascual, oración después de la primera lectura).

Por lo tanto, la creación no terminó el séptimo día cuando Dios descansó, si no que continua cada día que celebramos una misa y suceden de nuevo el Sacrificio y la Resurrección de Jesús. Cada día, en cada altar, es el OCTAVO DÍA, DÍA DE LA OBRA REDENTORA DE DIOS.

EL OCTAVO DÍA JESÚS RESUCITÓ Y TE SALVÓ,

EL OCTAVO DÍA ASCENDIÓ Y TE ENVIÓ,

EL OCTAVO DÍA PADRE E HJIJO ENVIARON AL ESPÍRITU SANTO Y ÉSTE TE SANTIFICÓ.

EN LA MISA, CADA DÍA ES EL OCTAVO DÍA, DIOS TE SALVA, DIOS TE ENVÍA Y DIOS TE SANTIFICA. ¿TE LO VAS A PERDER?

Y si tienes ganas pero te pasa como a mi, que te cuesta cumplir los propósitos, te doy un conejo: pídele ayuda a MARÍA, QUE CADA OCTAVO DÍA TE ESPERA JUNTO AL SAGRARIO PARA CELEBRAR CONTIGO QUE JESUCRISTO HA RESUCITADO.