Propósito de inicio de año.

Este año me he propuesto algo nuevo.

Mirando hacia atrás me he dado cuenta de que cada año, desde que tengo uso de razón, el camino espiritual iniciado viene siendo el mismo, sin proponerme subir ningún peldaño, ninguna cota, ningún reto a superar. ¿porqué he sido tan dejada en esta materia? ¿porqué me ha inquietado tan poco el haber estado estancada durante años en el mismo viejo camino?

He tardado en escribir porque la idea no era decidir «voy a hacer tal cosa…» si no que durante estos primeros veinte días del año he intentado tratar con Dios, pasar más tiempo con él en sitios especiales, y entender qué me hace falta para poder hacer nuevo ese camino viejo que durante tantos años he transitado sin progresar.

¿Qué llevo en la «mochila»?

MI MOCHILA

En este camino espiritual, como buenos peregrinos, llevamos mochila, y cada uno decidimos de qué llenarla. Hay gente que la llena de preocupaciones o de mil cosas inútiles. Otros, como me pasaba a mi, deciden llevarla medio vacía (esta tampoco es la idea de Dios en la mayoría de los casos).

Desde que decidí abrirle mi «mochila» a Dios, Él, poquito a poco, sin pedir nada a cambio, ha ido metiendo herramientas muy útiles para el camino:

  • Llevo libros con muy buenas enseñanzas espirituales (sobre todo uno, la Biblia).
  • También me ha dado  linternas para alumbrar el camino (la vida de los santos que he ido conociendo este año como San Ignacio, Santa Catalina de Siena, San Antonio Abad o San Gregorio de Nisa alumbran el camino por el que debo avanzar).
  • Un «pedernal» con el que encender el «fuego espiritual» cuando hace falta calentarse (haber aprendido a parar, a ponerme en presencia de Dios y dirigirme a Él es como haber aprendido a encender fuego en medio del bosque con un pedernal).
  • Me ha dado hasta un arma contra los malhechores que acechan en el camino, el ROSARIO.
  • Lo más importante, el «pan élfico», el alimento más energético para el caminante, LA EUCARISTÍA.

Todavía hay mucho sitio, he ido sacando cosas inútiles y estoy segura de que Dios tiene previsto ir incorporando a mis «herramientas» de peregrina muchas más cosas.

Llevas una carga preciosa

Entre tanta meditación y lectura este inicio de año he descubierto algo precioso, algo que ha estado en mi mochila pero que nunca he sido consciente de llevar porque, básicamente, era una carga que me ha llevado a mí. DIOS, la Santísima Trinidad, HABITA EN MI CORAZÓN cuando vivo en Gracia (sin pecado mortal), va en mi mochila allí donde voy.

San Ignacio de Antioquía explica que somos THEÓFOROS (portadores de Dios) o CRISTÓFOROS (Portadores de Cristo). En Juan 14, 23 Jesús dice: Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. San Pablo no se queda atrás, nos exhorta : Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. (Ef 3,17). Efectivamente esa mochila a la que me refiero no es algo diferente a nuestro mismo cuerpo, nuestra mente, nuestro corazón y nuestra alma.

San Agustín al descubrirlo exclamó: ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y así por de fuera te buscaba;

Es uno de los cambios radicales entre la antigua alianza y la nueva. San Ireneo de Lyon recuerda que Jesús, el Hijo enviado por el Padre, nos revela al Padre que habita en nosotros. El Pueblo de Dios que caminaba en el AT llevaba la Ley en un Arca, y Dios se le manifestaba en el tabernáculo. El Pueblo de la Nueva Alianza llevamos la Ley inscrita en el corazón y nuestro cuerpo es el Templo de Dios (Cf 1co 6, 19). Ya no hay Arca que valga, ahora cada uno debemos ser conscientes de que llevamos la carga preciosa en nuestra mochila cuando andamos en Gracia porque así nos ha sido revelado por Cristo.

¿Llevar yo a Dios?

Hace unos mese que he adquirido una sana costumbre, consultar el catecismo de la Iglesia católica cuando me surgen dudas, en su nº1997 : «La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo.»

Se nos han concedido preciosas y sublimes promesas para hacernos así partícipes  de la divina naturaleza (2 Pe. 1, 4).

San Juan Damasceno cuando defiende la veneración de imágenes dice: » (veneramos) a aquellos en quienes ha habitado Dios, el único santo, que mora en los santos, como la santa Madre de Dios y todos los santos… Estos son los que, en la medida de lo posible, se han hecho semejantes a Dios con su voluntad y por la habitación y la ayuda de Dios, son llamados realmente dioses, no por naturaleza, sino por contingencia, como el hierro al rojo vivo es llamado fuego, no por naturaleza sino por contingencia y por participación del fuego. De hecho dice: ‘Seréis santos, porque yo soy santo’

Los Padres Griegos hablan a menudo sobre la justificación por la participación en las Personas Divinas para lograr la Deificación o unión perfecta con Dios.  Y Santo Tomás le pone la guinda hablando de la participación imperfecta en la naturaleza divina durante esta vida terrena: «Las Personas divinas no pueden ser poseídas por nosotros sino o para gozarlas (fruirlas) de modo perfecto, lo cual se da en el estado de la Gloria del cielo; o para gozarlas de modo imperfecto, lo cual se da en esta vida por la gracia santificante’ (I Sent., d.14, q.2, a.2, ad 2). De todo esto deducimos que efectivamente llevamos a Dios, está en nosotras, pero  no es un «llevar» pasivo, si no un «llevar» activo, participativo, un fluir entre el hombre que anda en Gracia y el Dios que lo habita.

«Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 15-16)

Tanto el catecismo, como Los Santos Padres y El Doctor por excelencia nos ligan la Gracia y la participación en las personas divinas, la inhabitación. Como bien sabemos el canal fundamental de Gracia para los católicos son los Sacramentos, imágenes visibles de una realidad invisible. Arriba hemos nombrado el Bautismo, por el que el Cristiano es Hecho partícipe de la Gracia de Cristo, se podría decir que es la «forma visible» en que Dios entra en nuestra mochila. Por otro lado, esta reflexión me ha llevado a ser consciente de como la Ecuaristía es la «forma visible» de la Inhabitación Trinitaria. ¿Te cuesta entender todo esto? en la próxima misa  mira el Cuerpo y la Sangre de Cristo en el altar, en medio de su Iglesia y nota como Él (Su Cuerpo en la Forma Consagrada) entra en ti, cómo te haces portador de Él. Todo eso es imagen de la inhabitación espiritual que no podemos ver (aunque sí sentir).

Dios y yo.

He empezado hablando de los propósitos de este año … Pero he querido haceros partícipes de toda esta reflexión que me ha llevado a inundar mi corazón de Alegría, como le pasó a los Reyes de Oriente al descubrir a ese Niño Divino. Algo así me ha pasado a mí, este inicio de año he descubierto a Dios en mí.

Llegados a este punto ¿cómo no tener un lugar dedicado, donde hacer un alto en el camino junto a ese compañero de peregrinar tan especial? Desde este misterio desvelado entiendo mucho mejor el Castillo de Santa Teresa, o la celda interior de Santa Catalina . Incluso, como os he dicho antes, la Eucaristía ha adquirido un significado nuevo. Todos ellos son LUGARES ÍNTIMOS DE ENCUENTRO CON EL DIOS QUE ME HABITA, paradas obligadas para cualquier peregrino que desea progresar, que renuevan las fuerzas y por ende hacen nuevo el camino.

El otro Día en el convento de las hermanas de Iesu Communio leía, JESUCRISTO, NUESTRO INSEPARABLE VIVIR. Pues Claro,  vive en mí, viene en mi mochila cuando me hayo en Gracia. Para lo que queda de año, que no es poco, me he propuesto que este vivir efectivamente sea inseparable y para ello hacerme más consciente de esta realidad:

que allí donde yo voy estamos DIOS Y YO,

que aquello que yo hago lo hacemos DIOS Y YO,

que en todo lo que pienso y digo participamos DIOS Y YO.