Con el Portal a Cuestas.

Este Adviento lo he comenzado con pena en el corazón. A diferencia de lo que hago cada año cuando se acerca la navidad, este año no he podido decorar mi salón ni poner el árbol ni montar el belén. Me daba la impresión de que no me estaba preparando como debía.  Pero Dios no iba a dejar que algo así manchara mi Adviento.

El primer jueves de Adviento fui  a tocar a una misa de inauguración de una exposición de belenes, al terminar me dijeron: «puedes llevarte el que quieras». El humilde misterio que elegí, desde su pequeñez, me ha ayudado a preparar mi Navidad mejor que el Belén más artístico y escultural. Nada más tomarlo entre mis manos mis ojos y mi corazón se fijaron en la belleza de la sencillez y me sentí una desagradecida. Pensar que todo un Dios se hizo hombre en un ESTABLO SIN DECORAR y yo con pena en el corazón porque tenía un SALÓN SIN DECORAR.

Este inicio de Adviento me ha hecho pensar, cuántas veces nos centramos en las decoraciones y vestiduras externas cuando lo que de verdad importa no pasa ahí. Dedicamos horas en decorar salones, lugar de trabajo, incluso en ponernos guapos… ¿y si dedicaremos el mismo tiempo a preparar el lugar donde realmente nace Jesús cada año? NUESTRO CORAZÓN.

Henry Nouwen, un sacerdote muy peculiar del S.XX, decía:  «Eres el lugar en que Dios eligió habitar… y la vida espiritual no es otra cosa que permitir que exista el espacio en que Dios pueda morar en ti crear el espacio en que su gloria pueda manifestarse.»

San Máximo de Turín nos recuerda: «Estando, hermanos, a punto de celebrar la Navidad del Señor, vistámonos con puras y nítidas vestiduras. Hablo de las vestiduras del alma, no del cuerpo. Adornémonos no con vestidos de seda, sino con obras preciosas. «

Al día siguiente, Vigilia de la Inmaculada, con mi portal a cuestas y mis inquietudes en el corazón puse rumbo a Loeches (poblado misionero de Verbum Dei).

Conocer el camino que debo recorrer.

Mientras conducía, con mi belén en el coche, pasó por mi cabeza la siguiente pregunta: si no conociera la carretera ¿sería capaz de llegar a Loeches o simplemente conduciría en círculos? ¡incluso podría estar conduciendo en la dirección opuesta! Me imaginé al año litúrgico como ese mapa, que la Iglesia traza en el tiempo, para guiar nuestros pasos espirituales año tras año. Desde que el suegro de Moisés le recomendara: “enséñales los estatutos y las leyes, y hazles saber el camino en que deben andar y la obra que han de realizar.”(Éxodo 18, 20); esto es lo que la Iglesia viene realizando. El Adviento es una parte de ese itinerario ¿conozco realmente el camino que debo recorrer? “Enséñame tus caminos, oh Dios, para que yo camine en tu verdad(Salmo 86, 11)

Había muchas cosas básicas que desconocía del Adviento, por ejemplo, el significado de la palabra no se queda en una simple venida, si no que significa una llegada que esperamos ardientemente (era el término utilizado por los romanos para la procesión de llegada de las tropas triunfantes tras la batalla). Fue en el siglo IV cuando empezó a dedicarse un tiempo litúrgico especial para preparar la navidad, constaba de 6 domingos. San Gregorio Magno fue el que lo redujo a 4.

¿Cuándo empieza o acaba? no lo sabía. Pues resulta que comienza con las primeras vísperas del domingo mas cercano al 30 de noviembre y termina antes de las primeras vísperas de Navidad. Además, el Adviento se puede dividir en dos partes. Desde el inicio hasta el 17 de diciembre reina un espíritu de espera y vigilancia ante la expectativa de la SEGUNDA VENIDA de Jesucristo (Cobran gran importancia Isaías y Juan el Bautista). La segunda parte, que se corresponde con la última semana, enfocada a la inminente conmemoración del nacimiento de Dios, al recuerdo la PRIMERA VENIDA. (Todo esto está muy bien explicado en este artículo  , también a partir del número 39 de este documento Norma universal sobre el año litúrgico y el calendario )

Tiempo de espera, pero ¿sabemos qué esperamos?

El día de la Inmaculada, Durante una de las meditaciones en Loeches, una frase resonó por encima de las otras: «La Esperanza de los Cristianos es el centro de nuestro Adviento«.

Me he pasado la vida echando vista atrás durante el Adviento, recordando la Encarnación. Estas Palabras de San Gregorio Nacianceno (Sermón 45) “Enriquece a los demás, haciéndose pobre él mismo, ya que acepta la pobreza de mi condición humana para que yo pueda conseguir las riquezas de su divinidad. Él, que posee en todo la plenitud, se anonada a sí mismo, ya que, por un tiempo, se priva de su gloria, para que yo pueda ser partícipe de su plenitud.”tienen un gran sentido para mí. Pero como hemos explicado antes, esta espiritualidad sólo cubre la mitad del Adviento. La siguiente parte la cubre la espera, y además me acababan de decir que la ESPERANZA DEBE SER EL CENTRO DE MI ADVIENTO.

A pesar de repetir cada día en el Credo “De nuevo VENDRÁ con Gloria para juzgar a vivos y muertos”, a pesar de haber leído tantas veces :“Se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, VENDRÁ ASÍ TAL COMO LE HABÉIS VISTO SUBIR AL CIELO.»“(Hch 1, 10-11), nunca había indagado sobre lo que significaba esto para mi vida.

Resulta que durante el Adviento, al mismo tiempo que miramos hacia los profetas y el cumplimiento de sus palabras en Jesús (hacia el pasado), debemos seguir mirando hacia la gran promesa que queda por cumplir, hacia nuestro encuentro con Dios y la Venida Gloriosa de Jesús tantas veces anunciada (hacia el futuro).

La venida intermedia.

Pero como nadie puede andar un camino mirando hacia delante y hacia atrás a la vez, Dios nos regaló herramientas para fundir estas dos miradas en una mirada al presente. Cada Liturgia unifica aquellas promesas que Dios cumplió en Cristo, por nuestra salvación, con la promesa que esperamos que cumpla en la plenitud de los tiempos para llevarnos a la Vida Eterna. Juan Pablo II en la Carta apostólica “Dies domini”, nos dice que: “En realidad, la espera de la venida de Cristo forma parte del misterio mismo de la Iglesia y se hace visible en cada celebración eucarística.” También contamos con la Palabra de Dios, que de manera muy manejable y asequible recoge las promesas pasadas y las futuras. Todo esto lo hace Dios para que nuestra espera no sea una espera estática, si no dinámica hacia Él, la EPÉKTASIS DE LA ESPERA

Investigando di con la Espiritualidad de San Bernardo sobre este tema, muy impregnado en su vida ya que su conversión sucedió un día de Navidad, al quedarse dormido en la Iglesia. Este Santo lo explica mejor que yo:

Conocemos tres venidas del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquéllas son visibles, pero ésta no. En la primera el Señor se manifestó en la tierra y vivió entre los hombres, cuando -como él mismo dice- lo vieron y lo odiaron. En la última contemplarán todos la salvación que Dios nos envía y mirarán a quien traspasaron. La venida intermedia es oculta, sólo la ven los elegidos, en sí mismos, y gracias a ella reciben la salvación. En la primera el Señor vino revestido de la debilidad de la carne; en esta venida intermedia viene espiritualmente, manifestando la fuerza de su gracia; en la última vendrá en el esplendor de su gloria.

Esta venida intermedia es como un camino que conduce de la primera a la última. En la primera Cristo fue nuestra redención; en la última se manifestará como nuestra vida; en esta venida intermedia es nuestro descanso y nuestro consuelo.

Pero, para que no pienses que estas cosas que decimos sobre la venida intermedia son invención nuestra, oye al mismo Señor: El que me ama guardará mi palabra; mi Padre lo amará y vendremos a fijar en él nuestra morada. He leído también en otra parte: El que teme al Señor obrará bien. Pero veo que se dice aún algo más acerca del que ama a Dios y guarda su palabra. ¿Dónde debe guardarla? No hay duda que en el corazón, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.

Conserva tú también la palabra de Dios, porque son dichosos los que la conservan. Que ella entre hasta lo más íntimo de tu alma, que penetre tus afectos y hasta tus mismas costumbres. Come lo bueno, y tu alma se deleitará como si comiera un alimento sabroso. No te olvides de comer tu pan, no sea que se seque tu corazón; antes bien sacia tu alma con este manjar delicioso.

Si guardas así la palabra de Dios es indudable que Dios te guardará a ti. Vendrá a ti el Hijo con el Padre, vendrá el gran profeta que renovará a Jerusalén, y él hará nuevas todas las cosas. Gracias a esta venida, nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial.Y, así como el primer Adán irrumpió en todo el hombre y lo llenó y envolvió por completo, así ahora lo poseerá totalmente Cristo, que lo ha creado y redimido y que también un día lo glorificará.”

Llegados a este punto, y con la cercanía de la Navidad, poco mas que añadir.

Que nunca me canse de repetir: MARANATHA, (El Señor Jesús ha venido y vendrá) “El Espíritu y la Novia dicen: «¡Ven!» Y el que oiga, diga: «¡Ven!»…«Sí, vengo pronto.» ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22, 17.20).

 

Que  nunca me canse de  pedirle a MARÍA que, DURANTE MI ESPERA, ME AYUDE A ABRIRLE EL CORAZÓN A DIOS Y CON LA FE Y LA CONFIANZA QUE ELLA MOSTRÓ EN SU ESPERA.

Que nunca me olvide de que el verdadero pesebre, donde Jesús está deseando nacer, LO LLEVO A CUESTAS, ES MI CORAZÓN Y DEBO PREPARARLO COMO DIOS SE MERECE.