LA CONFIMRACIÓN DE LA LLAMADA

Una tarde de adoración diferente.

Era una tarde de junio en Valencia, muy calurosa. Estábamos 70 mujeres en una sala adorando a Jesús Sacramentado. Cerca del Santísimo había una cajita con 70 papeles. En esos papeles había escritos 70 nombres, el nombre de alguien que va a acompañarnos durante todo el año, con quien vamos a estar en contacto, alguien que está deseando conocernos mejor y que le conozcamos mejor (en algunos casos desde cero).
Nombres de personas santas  y varias advocaciones de la Santísima Vírgen dispuestos a ayudarnos a rezar, incluso a darnos buen un motivo para ello a las que nos cuesta a veces encontrarlo.

Comienza la elección.

Tras la adoración sacan la cajita y comienzan los santos a elegirnos. Una de las primeras en elegir, cuando todavía quedaban muchos papeles pegó un grito: «¡Otra vez la Purísima!», le tocó la misma advocación que el año pasado, la patrona de su pueblo, a la que le tiene muchísima devoción. La cajita siguió circulando.

La chica que tenía al lado me había comentado que nos veía muy entregadas a la mayoría de nosotras, que le daba envidia. Según afirmaba, su acercamiento a Dios estaba yendo muy lento porque, como a mucha gente hoy en día, le costaba creer en los curas (imperfectos por ser de naturaleza humana) y por ende en la institución Eclesiástica en su conjunto. En esto le tocó su turno, metió la mano en la caja y sacó su papel, lo lee «San Juan María Vianney, Santo Cura de Ars. Ora por los sacerdotes y las vocaciones». En ese momento sólo me salió reírme, parecía una broma del destino, una DIOSIDAD la llamarían algunos. Al Día Siguiente me enteré de algo muy especial. La tarde de la elección se celebraba el día de una Beata muy peculiar, Catalina Jarrige (1754-1836). En este artículo la definen como entusiasta, traviesa, bromista y santa. Básicamente se dedicaba a salvar curas durante la revolución francesa con métodos poco ortodoxos. En ese momento entendí porque me hizo tanta gracia el día anterior la elección del Santo Cura de Ars, enseguida me di cuenta que esta beata,  aún no pudiendo estar en la cajita de los Santos,  había tenido algo que ver en elección del cura de Ars. Lo había hecho a su modo, de forma traviesa y bromista.

Espero de corazón amiga que disfrutes este año junto al cura de Ars. Se que aprenderás mucho de él y que conocerás un poco mejor a todos esos corazones humanos entregados a Dios, a todos esos Santos imperfectos (me gusta llamarlos así), trabajadores de la viña del señor y pescadores de hombres. Y conociéndolos mejor, espero que llegues a amar la labor que hacen. Aunque a veces se equivoquen, incluso algunos actúen mal, hay miles de ellos con vocación de santidad, entregados al prójimo y a los necesitados. Los sacerdotes dejan sus vidas para ser de Dios y así traernos en cada Eucaristía a Cristo Vivo, en cada confesión la Misericordia Divina, en definitiva, en cada Sacramento son el canal por el que fluye la Gracia de Dios.

La Chica que estaba a mi otro lado (yo cogí el papel entre medias, pero lo contaré a continuación) también sacó un papel especial. La eligió el Padre Pio. Las que estábamos alrededor exclamamos casi al unísono «¡oh, que suerte!», pero ella se quedó muy pensativa… «no se quién es». No pregunté una a una, pero creo que este chica tenía que ser de las pocas en la sala, si no la única, que no sabía quién es ese Santo.

Mi llamada se confirma.

Mi decisión de ir a Medjugorje se había confirmado unas semanas antes, cuando me dijeron que quedaban plazas y saqué el billete de avión (hito fundamental en la confirmación). Aún así, teniendo ya billete, había un motivo que me estaba haciendo dudar. Estas dudas no se las he llegado a contar a nadie, no me dio tiempo ya que llevaban en mi cabeza sólo un par de días, pero los que me conocéis os podes llegar a hacer una idea del motivo.

Y llegó el momento de ser elegida por un santo. Os tengo que confesar que esperaba un Santo muy normalito, de esos casi desconocidos. Había estado rezando para que el Espíritu Santo interviniera en ese momento, y había llegado a la conclusión de que al ser yo tan imperfecta, cualquier Santo por muy sencillo que fuera, iba a poder enseñarme las Grandezas de estar cerca Dios y las Bondades de luchar por vivir en Santidad. Así que saqué el papel de mi santo, lo leo y me quedo boquiabierta:

Así que no había ya lugar a dudas, María me necesita, soy importante para Ella (aunque esto no tiene mucho mérito, todos y cada uno de nosotros lo somos). Quiere que vaya a Medjugorje, a escuchar y conocer mejor su plan y poder así cantarlo a los cuatro vientos (si, cantarlo, no me he equivocado).

Dios nos habla en los acontecimientos cotidianos, en el día a día, pero hay que abrir el corazón a sus palabras.

Este bien podría ser el título de la entrada de hoy, pero prefiero que sea la conclusión. Prefiero dejarlo para aquellos que hayan tenido la paciencia de llegar hasta aquí, como una pequeña recompensa.

Ultimamente he hablado con varias personas sobre cómo Dios nos habla, sobre cómo se escucha su voz. Y creo que esto que me ha pasado a mi es un ejemplo muy claro. No debemos esperar que nos pasen cosas extraordinarias como tener visiones o escuchar voces en nuestra cabeza. Si no que debemos mirar los acontecimientos cotidianos, hasta el mas rutinario y sencillo, desde los ojos de Jesús. Teniendo a Dios en el corazón como Jesús lo tenía en cada momento. Con esta mirada podremos ver esos acontecimientos que nos hablan de Dios, de su voluntad, de su Amor y de su Misericordia.

Pero en el mundo en que vivimos no es tarea fácil tener a Dios en el corazón, hay mucho ruido de ambiente, hay muchas «distracciones». La escucha De Dios, para que tenga efecto, debe ser una escucha activa. No sirve tumbarse y esperar que nos hable, ya que así nos engulliría el entorno mundano. Dios espera que busquemos sus palabras desde la acción y la oración, quiere que nosotros le hablemos a Él, con constancia y confianza.

Para todo esto, conocerlo mejor, Amarlo,  tenerlo en nuestro corazón y así escuchar su voz, Dios nos ha dejado tres regalos inigualables, al alcance de cualquiera.

  • El primer regalo es su Hijo, Jesus vivo en el Santísimo Sacramento del altar. Efectivamente al alcance de cualquiera que se plante delante de un Sagrario. Ni que decir tiene que la Eucaristía es su Gran Milagro, durante el cual se hace más presente que nunca.
  • En segundo lugar, ha dejado el Espíritu Santo entre nosotros, para que nos de, en todo momento, luz y fuerza. Cualquiera que desee conocer a Dios, debe conocerle a él.
  • Y por último, no por ello menos importante, Dios nos ha dejado a su Madre. María es el mejor ejemplo de cómo se debe escuchar y meditar la Palabra. Toda la vida lo hizo, desde que el ángel le habló de su virginal Concepcion, hasta las últimas palabras de Jesús ya resucitado.

Señor, dame un Corazón lleno de Amor a través del cual pueda escuchar tu voz.

Jesús Vivo, ayúdame con tu ejemplo vivo y tus Palabras escritas en los Evangelios a acercarme cada día más a Dios.

Espíritu Santo, dame capacidad para entender la Voluntad De Dios y Fuerza para cumplirla.

Santa Madre, quiero hablar con el Padre como tú lo hacías. María, enséñame a Orar, a confiar en Él y dejar que se haga su Voluntad en mi vida, sin quejas y sin peros, como se hizo en la tuya convirtiéndote así en Reina del Cielo.