Gracias por tu pregunta.

Me causa infinita alegría que estés en el camino de Dios buscando respuestas. Aunque a veces tarden en llegar te aseguro que llegan, sobre todo si rezas y te esfuerzas por transitar sus caminos, aunque a veces sean duros y no termines de entender porqué discurren por ahí.

No te sientas mal por cuestionar las cosas, es algo innato en el ser humano. Habitamos un mundo en el que se tiende a creer sólo en aquello que se ve, pero llega un momento en que todo hombre necesita respuestas para cosas que suceden más allá de lo que nuestros ojos alcanzan a ver. Algunas personas se plantean la pregunta y buscan ávidamente una respuesta que nunca llega, porque la buscan con la mirada de esta tierra, cuando las respuestas que buscan trascienden nuestro tiempo, nuestro espacio y nuestro limitado entendimiento. Aquí empieza la revolución del Maestro «Dichosos los que creen sin haber visto» (Juan 20, 29), los que son capaces de ver con lo ojos del Espíritu, porque ellos alcanzarán la sabiduría y entendimiento de Dios. Tú conoces al Espíritu, aprovecha su Luz.

La pregunta estrella. A algunos les aleja De Dios, a otros les da la llave de la Salvación.

Entre todas las preguntas que el hombre se plantea a sí mismo, y por ende a Dios, una de las más difíciles de contestar es el Porqué del sufrimiento y del mal.

Esta es una pregunta de respuesta muy personal, me atrevería a decir que cada uno debe buscar el propio sentido del sufrimiento. Pero hay una serie de ideas que nos pueden ayudar a todos a encontrar este sentido desde la Fe. Voy a compartir contigo mi reflexión, esperando que te ayude en la búsqueda de tu respuesta. Como es una reflexión poco sencilla me alargaré un poco, seguramente usaré dos post para exponértela.

Primera aproximación: Aunque suene muy duro, si aceptamos que Dios es omnipotente, debemos aceptar que Él permite el sufrimiento ¡¡¡¡¡pero NO LO QUIERE!!!!!! Tampoco viene de Él, de hecho, Dios ha centrado desde siempre sus esfuerzos en hacernos la carga mas liviana, en enseñarnos cómo debemos andar los caminos de salvación haciendo del sufrimiento un impulso hacia la santidad y no un lastre.

Creados por Amor y amando en libertad.

Para encontrar el sentido a las cosas debemos analizar su origen. El sufrimiento viene ligado al hombre CASI desde su creación.

El Génesis nos relata cómo Dios nos creó a su imagen y semejanza  y todo lo creó muy bueno (Gen 1, 26 – 30) Dios nos creó para que le amásemos y para que fuéramos felices. Igualmente creó Dios a las criaturas espirituales, que tienen el «privilegio» de ser las primeras en haberle fallado. La más astuta de todas ellas, en el Génesis una serpiente, era Satanás. Tras la sublevación contra Dios, fue este Ángel de Luz caído el culpable de arrastrar al ser humano hacia la desobediencia, hacia la soberbia de creer que podían llegar a SER DIOSES sobre la tierra (la soberbia es el primero de todos los pecados y el que nos lleva a todos los demás). La serpiente nos lo vende así: Dios sabe que en el momento en que comáis [la fruta prohibida] se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal (Gen 3, 5). Hasta entonces no conocíamos el mal porque no existía entre nosotros, los hombres bajo la tutela y el Amor de Dios gobernaban la tierra.  Pero con este acto de soberbia, de querer prescindir de Dios, de querer ser como Dios, le abrieron las puertas a la acción del mal en ellos y entre ellos hasta nuestros días. Desde entonces sabemos que SOMOS DE DIOS (no Dioses), y que el mundo entero yace bajo el poder del maligno (1Juan 5, 19). Así llegó EL SUFRIMIENTO, LIGADO AL MAL Y AL PECADO. El jardín, la harmonía inicial, desapareció y el hombre se encontró viviendo en un ambiente mucho más hostil (Gen 3, 17-19), donde la muerte, la enfermedad y la maldad campaban a sus anchas entre ellos.

Atenta amiga a no cometer en este punto un error muy común, el sufrimiento y dolor son consecuencia del pecado, pero esto no quiere decir que sean mandados por Dios como castigo, Jesús lo dejó muy claro cuando curó a un ciego de nacimiento y sus discípulos le preguntaron quien había pecado: Ni él pecó ni pecaron sus padres (Juan 9, 2). 

En este punto a lo mejor te preguntas, ¿porqué puso Dios ahí el maldito árbol?  Por la LIBERTAD con la que Dios nos creó desde el principio (en este caso no hay un CASI como con el sufrimiento). Para que un Amor sea verdadero, debe ser en libertad, y para que haya una verdadera libertad, debe haber capacidad de elegir. SI no hay elección posible seríamos simples marionetas de Dios, adiós libertad, adiós Amor.

¿porqué Dios no paró ni para a día de hoy a la serpiente?  Volvemos a responder «por la LIBERTAD con la que fuimos creados». Si Dios interviniese, poniéndole barreras a sus criaturas, al hombre o a la serpiente, en lugar de un Jardín (o el mundo actual) estaríamos hablando de una cárcel, adiós libertad, adiós Amor.

¿porqué Dios no interviene cuando hay catástrofes o enfermedades? Si Dios lanzara su mano cada vez que el hombre va a hacer algo mal o cada vez que estamos en peligro o enfermos, seríamos simples bebés  de Dios, acurrucados y cuidados por Él, sin vida ni voluntad propias, adiós libertad, adiós Amor.

El precio de la libertad.

Obviamente nuestro Padre no quiere nada de lo anterior, quiere que le amemos  como Él nos ama, es decir, sin medida, sin condiciones, en libertad. En realidad tuvimos ya el espacio perfecto para llegar a eso, pero lo destruimos abusando de la libertad (y cada día lo seguimos destruyendo con nuestro pecado).

Maldita libertad, por ella se abre la puerta al pecado, pero bendita libertad, por ella también alcanzamos el verdadero Amor. El orden fue así: primero fuimos soñados con Amor, luego creados en libertad para responder a ese Amor y finalmente respondimos como pecadores (esta no es la historia de la creación, si no la de cada uno de nosotros).

Aún a pesar de nuestra respuesta, el Amor de Dios sigue intacto, y su voluntad de que seamos felices también. Nos ha prometido que esa felicidad llega para el que le es fiel. En Apocalipsis 21,4 dice: «Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor», y también habla del «Paraíso recreado» en Apocalipsis 22, donde nos sigue prometiendo el árbol de la vida, aquel que desde el paraíso venimos anhelando, pero que no tendremos hasta que sepamos respetarlo y apreciarlo.

En conclusión,  el sufrimiento es como la mala hierba que nace en la tierra, y la libertad es esa tierra en la que Dios planta la semilla de su Amor, la mala hierba al final será arrancada y la flor permanecerá. O dicho de otra forma, el sufrimiento y el mal son el PRECIO DE LA LIBERTAD, EL PRECIO DEL VERDADERO AMOR, amor a imagen del Amor que Dios siente por nosotros. Un precio que, de lejos, merece la pena pagar si piensas en la «Eterna recompensa»

Querida amiga, a la espera de completar la respuesta en el siguiente post, te dejo un poco de teoría por si en algo no he terminado de explicarme bien:

Catecismo Iglesia Católica, sobre el pecado y el sufrimiento.

Carta apostólica SALVIFICI DOLORIS (Juan pablo II 1984)

P.D.: C.S. Lewis, en libro «El problema del dolor», sostiene que la humanidad no desea tanto un buen dios, sino un dios amable. A la amabilidad “no le importa si su objeto se vuelve bueno o malo, siempre y cuando escape del sufrimiento”. Nosotros queremos “no tanto un Padre, sino un abuelo en el cielo”. Lewis propone que un padre realmente amoroso “preferiría ver [a sus seres queridos] sufrir mucho más que estar felices en un modo fragil y apartado”.

Es decir, un buen Dios no eliminaría el dolor y el sufrimiento del mundo porque se usan para alcanzar fines significativos.