Alguna vez os habrá pasado algo así. Tenéis la carta delante y además sabéis perfectamente lo que el restaurante ofrece. Os dejan tiempo suficiente para decidiros, pero llega el camarero y resulta que no tenéis todavía idea sobre lo que queréis pedir.

A veces me pasa lo mismo ante Dios. Sé perfectamente lo que me ofrece, Amor sin medida, pero por mucho tiempo que pase ante Él, hay días que no sé qué pedirle. Suele coincidir con que me ha pasado algo que no deja de rondarme la mente, algo que me ha molestado o que me ha gustado demasiado (si, los gustos desordenados y/o en exceso también nos quitan la paz). Son momentos en que mi corazón se deja dominar por el yugo de las cosas terrenales y no es capaz de abrirse a lo espiritual, no es capaz de sintonizar con Dios. Jesús nos propone que nos centremos en cambiar ese “yugo”: Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mt 11, 29)

Comparto mi meditación por si algún día os encontráis en una situación parecida ¿y hoy qué le pido?

Un amigo me aconseja el plato perfecto.

El otro día acudí a una Adoración. Antes de entrar tuve un encuentro con una persona que me alteró, así que presta entré y me postré ante Él, pensando que sería arrodillarme y sentirme como nueva. Cuando llevaba  un rato allí mi corazón seguía incapaz de abrirse y sin saber qué pedirle.

Pasaban los minutos y nada, así que me acerqué al altar y tomé una cita bíblica de una caja que habían puesto a los pies del Señor. Decía así: Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. (Mt 5, 4). (Algo más sobre las Bienaventuranzas , ¿Qué dice el catecismo?)

Ahora sí veía a Jesús ante mi, porque como dice el catecismo, las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo. Los mansos… nunca había pensado yo en esta rasgo propio de los corazones más humildes. Los pobres de espíritu, los misericordiosos, los perseguidos (etc) sencillo entender a quién van dirigidas, pero ¿los mansos? ¿Quiere Jesús Cristianos atontados, manejables?

Así que me senté de nuevo, cogí la Biblia de mi móvil y busqué en qué otros pasajes se habla sobre ser mansos. Lo primero que me apareció fue el salmo 37, que para mi sorpresa no habla explícitamente de la mansedumbre, pero:

No te acalores por los malvados, ni envidies a los que hacen el mal,

pues pronto se secan como el heno, como la hierba tierna se marchitan.

Confía en Dios y obra el bien, vive en la tierra y practica la lealtad,

disfruta pensando en Dios y te dará lo que pida tu corazón.

Encomienda tu vida a Dios, confía en él, que actuará;

hará brillar como luz tu inocencia y tu honradez igual que el mediodía.

Descansa en Dios, espera en él, no te acalores contra el que prospera,

contra el hombre que urde intrigas.

Desiste de la ira, abandona el enojo, no te acalores, que será peor;

pues los malvados serán extirpados,

más los que esperan en Dios heredarán la tierra.

los honrados poseerán la tierra, habitarán en ella para siempre.

La boca del honrado susurra sabiduría, su lengua habla con rectitud;

la ley de su Dios está en su corazón, sus pasos nunca vacilan.

La salvación del honrado viene de Dios, él es su refugio en tiempo de angustia;

Dios lo ayuda y lo libera, él lo libra del malvado, lo salva porque se acoge a él. (Salmo 37)

Exactamente lo que necesitaba.

¿Qué dice el Papa sobre la mansedumbre?

Hace poco también di con este consejo de San Francisco de Sales: Al despachar a sus hermanos de Egipto, el santo y famoso patriarca José, para que se restituyesen a la casa de su padre, sólo les hizo este encargo: No os enojéis por el camino. Y pues esta miserable vida es camino de la bienaventurada, lo mismo te digo: no nos enojemos en el camino unos contra otros; caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo (Introd. a la vida devota, III, 8).

Ingredientes de la mansedumbre

Cuando queremos conocer un plato lo primero es ver de dónde es originario. El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; (Gal 5, 22). Así que ya sabemos, la receta para un corazón manso viene del Espíritu Santo. Otra cosa importante en los alimentos son los ingredientes. Un corazón manso está hecho de:

  • Moderación
  • Confianza en Dios
  • Agradecimiento
  • Verdad
  • Nobleza.
  • Justicia
  • Pureza.
  • Amabilidad.
  • Honradez.

Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta. (Fil 4, 5-8)

Una buena mezcla de todo ello nos da el mejor sabor. Aquí quiero volver al Espíritu, como buen amigo nos revela el secreto de tan rico manjar. En la era de los químicos él nos confiesa que usa un potenciador del sabor particular, la Sabiduría (ayuda a degustar el gran Amor con el que Dios me ha creado, y a entender lo que favorece y lo que entorpece ese proyecto de Amor).

Este Amigo nos da un último consejo. Algunos platos se comen con cuchara, otros con las manos. Para disfrutar de la mansedumbre como Dios manda, y sacarle todo el jugo, él también nos da el utensilio adecuado, el Temor del Señor (Dispone mi corazón, con gratitud, apartándome de aquello que le desagrada a mi Padre) Si apeteces sabiduría, guarda los mandamientos, y el Señor te la dispensará. Pues sabiduría y enseñanza es el temor del Señor; su complacencia, la fidelidad y mansedumbre. No seas indócil al temor del Señor, ni te acerques a él con corazón partido. (Ecl 1, 26-28).

En definitiva, La mansedumbre es la virtud, fruto del Espíritu Santo,  que nos ayuda a moderar la desazón y la ira causadas por las cosas de éste mundo, guiada siempre por un recto entendimiento, sabiduría y temor de Dios.Chef especialista en mansedumbre.

¿Dónde pedir el mejor plato de mansedumbre? En cualquier lugar dónde te encuentres con tu Madre. María, ha demostrado ser la gran especialista en preparar un corazón  en el que Dios pueda hacer su voluntad, que no es otra que llevarnos con Él a las moradas del cielo (Juan 14, 2)

pídeselo así y te lo servirá en la mejor bandeja.

Mamá maría, Bendito sea tu Inmaculado Corazón.

Haz que los rayos de la Gracia de Dios, que de tu corazón emanan, atraviesen el mío.

Te pido especialmente la Gracia que haga florecer en mí el fruto de la mansedumbre.

Que nazca en mí un corazón que no se irrite con mis hermanos, que no se deje poseer por los excesos terrenales, que confíe y se abra a la Voluntad de Dios.

Quiero un corazón, noble, justo y puro como el tuyo, que goce con la verdad y no pierda la Paz.

Confiada acudo a ti, María, porque sé que atiendes todas las súplicas hechas con Amor, y yo te amo a ti y amo a tu Hijo con todo mi corazón.Santa

María, sirviéndome un corazón manso harás más grande ese Amor.